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PUBLICACIONES UNIVERSITARIAS

ESTUDIOS SOBRE MEDIO Y EXTREMO ORIENTE

MITOS A MEDIAS -b-

Las huellas de la cultura

-por Carlos Morán-

A partir del invento de la fotografía, el hombre ha comenzado a reproducir el mundo real por analogía directa. Sin embargo, elementos anteriores de reproducción o interpretación de la realidad se transformaron en huellas del síntoma cultural a través de la historia. Así es posible acceder a conceptos tales como signo, icono, índice y símbolo, bases de la interpretación de las huellas de la humanidad que nos precedió.

El hombre como productor de cultura es muy antiguo, pero como creador de esa manifestación específica que llamamos “arte” se remonta a unos 40.000 años atrás. Vestigios de la existencia humana sobre la tierra hay desde ya hace 2.500.000 años, cuando los homínidos comenzaron a conquistar Africa. Para la aparición del hombre productor de arte, pasarían más de 2.000.000 de años, tiempo en que se comienza a buscar una conexión con lo espiritual mediante una magia que al principio sería utilitaria. Entonces se persigue la trascendencia y aparece la capacidad de organizar símbolos. “El hombre es un animal simbólico”, asegura Levi Straus y encuentra su parangón en Charles Peirce, que propone que el signo es un objeto que, por una parte, está en relación con “la cosa” y por la otra con un interpretante, de tal modo que pone al interpretante en relación con el objeto.

Todo concepto es un signo. Todo nuestro pensamiento y conocimiento se da mediante signos. Con ellos se alcanza el más elevado grado de realidad, es decir, mediante ideas tales como verdad o certeza (entre otras). El icono es parte fundamental de esta interpretación del mundo. Icono es, en definitiva, un signo determinado por su objeto dinámico en virtud de su propia naturaleza interna: una visión o sentimiento suscitado por un trozo de música que se considera representativo de lo que se propuso el compositor es, a pesar de no ser visual, un icono.

El índice, por su parte, proviene de un signo determinado por su objeto dinámico en virtud de estar en una relación real con éste: un nombre propio, el síntoma de una enfermedad, etc., son, en definitiva, “indices”. Este punto interacciona con el símbolo, que es un signo determinado por su objeto dinámico sólo en el sentido de que así se lo interpretará. Entonces, en definitiva, depende de una convención, un hábito o una disposición natural de su interpretante o del campo que éste abarque. Tal dinámica comienza a encontrarse ya en el Paleolítico y es ahí donde, conociendo su medio y simbolizándolo, el hombre propone un detonante desarrollador como “productor de cultura”.

El hombre conquista la tierra

A diferencia con otras especies semejantes, el ser humano tuvo ya en los principios de su desarrollo evolutivo la capacidad de erguirse sobre sus extremidades inferiores y la posibilidad del lenguaje articulado. El Homo rectus fue la primera especie humana que abandonó África en algún momento. Desde hace 1.000.000 de años sus fósiles permanecen diseminados por gran parte del mundo antiguo. Los científicos creen que la carne era importante en su dieta básica, así que, para esta singular e inteligente criatura, una reserva extra de proteínas tuvo mucho que ver con su desarrollo y expansión. Sabemos por restos y herramientas dejadas en antiguos asentamientos, que el Erectus llegó a China, Java y al Sur de Europa en tiempos muy tempranos. Sin embargo fue un primo de él, el Homo Sapiens quien pobló el mundo desde “el cuerno de Africa”. Pero este hombre no estuvo solo: sin saberlo, se encontraría con otra primitiva especie humana con la cual tendría que competir para conquistar el mundo. Estos dos tipos de hombre que se disputaron la tierra habitable de la Edad de Hielo fueron el Hombre de Cromagnon y el de Neandertal. Hombre de Cromagnon: Más parecido al Europeo actual, subsiste, esencialmente, por su capacidad de formar grupos sociales. En su búsqueda de los orígenes del hombre, la ciencia encontró en cierto lugar de Francia un depósito arqueológico con pistas de gente que vivió hace 19.000 años, dejando pinturas parietales (parietal: del latín parietes: pared) y herramientas. Era ese el llamado hombre de Cromagnon, sitio donde se halló el primero de estos ejemplares.

Hombre de Neaenderthal: Extinto, se cree, por su falta de capacidad para construir grupos familiares y sociales firmes, necesarios para proteger la especie, es sin duda un enigmático homo sapiens premoderno. Se cree que fue una rama lateral en el árbol familiar humano de quienes aparentemente guardamos genes. Fueron los cavernícolas típicos conocidos en el imaginario popular. La llamada “cueva quemada” en Israel es un yacimiento Neandertal característico y fue hallada por equipos israelíes y franceses en Medio Oriente. Se tamizó cada metro cuadrado de tierra. Se hallaron cientos de herramientas y se dedujo que los habitantes de aquel ignoto lugar conocían el fuego, porque quedaron las marcas de las hogueras de unos 45000 años de antigüedad. Ardían una sobre otra en el área central de la cueva. Calentaban así el ambiente, cocían sus alimentos y las cenizas eran esparcidas por toda la cueva para dormir sobre ellas. Fue el primer pueblo (de Neandertales) que enterró a sus muertos. ¿Que significan los cementerios en la vida de estos hombres? No se sabe con certeza, pero el hecho de que enterraran a sus muertos los enlaza con nosotros de manera profunda y significativa. De las excavaciones Neandertales en Europa, Norte de Africa y Medio Oriente ha surgido un cuadro parcial de cómo vivían estos antiguos humanos. Fueron nómades, viajaban en grupos que, a pesar de su unión, no eran completamente sólidos e iban de un lugar a otro en busca de alimento. Fuertes y robustos, probablemente hayan tenido mucha más masa muscular que la mayoría de los pueblos modernos. Sobrevivían aún a las severas condiciones de la Edad de Hielo y su fuerza seguramente sería mayor a su astucia. Ambos grupos antiguos son independientes entre sí desde aunque se desarrollaron paralelamente, hasta que los caminos de las migraciones neolíticas los llevaron a unirse en Medio Oriente y la Europa prehistórica con resultados catastróficos para el Homo Neandertalense. Estudios minuciosos, demostraron que “la cueva quemada” de Israel también estuvo habitada por el Cromagnon, así que esta lucha por el espacio y el hábitat es seguramente muy antigua y terminó arrinconando al Neandertal en Portugal, donde se hallaron los últimos ejemplares. La cultura en la prehistoria Teniendo el Cromagnon libertad de acción y el mundo a su disposición, la cultura prehistórica encontró rápidamente sus causes clásicos para desarrollarse. El proceso que hizo del hombre primitivo un individuo como el moderno, se podría asemejar a cualquier proceso evolutivo individual: nacido en el caos necesitó poco a poco ondearlo, para entender la naturaleza y poder entonces derivarla. Convivir. Comunicarse. Acordar signos comunes. Invocar a los seres u objetos que le eran preciados. Las primeras manifestaciones artísticas del hombre son miméticas y corresponden al paleolítico superior. 40000 a 8000 AC. Este concepto, el de mimesis nos deja ver su relación directa con la naturaleza: sólo copiándola lo más fielmente posible puede aprehenderla y dominarla. En la medida que comienza a entender esa naturaleza, comienza a sembrar, se instala en un lugar fijo y cría animales. Entonces comienza la abstracción y la síntesis. Geometriza las formas. Hace esquemas. Aparecen representaciones rítmicas, ideas de movimiento que van más allá de la realidad visible para crear una realidad sensible. En el paleolítico el arte es, por así decirlo, “portátil”, cuando se hacen sedentarios los grupos humanos, el arte se hace monumental. El hombre del neolítico va a tener más tiempo para reflexionar y va a comenzar a mirar las estrellas, a ver constelaciones y se hará preguntas trascendentales. Se va abriendo paso la figura del artista ycierta idea de lo suntuario o decorativo pintando su cuerpo y el lugar que habita. El arte se va cargando de significados y tiene finalidades mágicas. Reproduce objetos que desea para apropiarse de ellos y el pensamiento mágico propone el siguiente lema: si se posee la imagen, se posee el objeto.

Cuevas de Altamira: Hace 17.000 años, un grupo de cuevas se convirtió en centro religioso para el hombre. La cueva como lugar de habitación se transforma en centro de la vida social de los grupos paleolíticos, pero también existieron lugares de culto que no servían de morada. En estos lugares comienza el ser humano a exteriorizar sus sentimientos en forma de motivos artísticos. Descubiertas en el siglo XIX, destacan por su espectacularidad en el techo de los policromos (o gran panel), aunque no se hallaron en ellas rastros humanos o vestigios de alimentos o usares que les pertenecieran. Las pinturas de este lugar y otros similares son llamadas rupestres (del latín. Rupes: roca) y tal concepto se aplica a pinturas y dibujos prehistóricos existentes en cavernas. Entre los motivos plasmados en Altamira, hay grupos compactos, sin el sentido decorativo como hoy lo entenderíamos. El espacio es circular, no hay un punto único de vista y a veces se superponen las imágenes. El hombre del Paleolítico utilizó los volúmenes de la roca para dar idea de tres dimensiones, quizás por la sugerencia de la forma rupestre. Los visitantes actuales son provistos de unas lonas sobre las que deben acostarse en el piso para apreciar el gran “panel” del techo con poca luz para no dañar las pinturas. Están naturalmente mojadas y eso parece ser lo que las conserva. El tema fundamental del arte paleolítico, entonces, es el animal pintado, grabado con buril o dibujado: las técnicas son las tradicionales. Las mismas de los artistas de todos los tiempos, pero fueron grandes avances para la humanidad antigua. Además de animales se ven ciertos signos que podrían ser de algún modo “signos de comunicación”. La carga mágica de una obra no desaparece con el tiempo y esto hace que el lugar sirva para varias generaciones de “chamanes-artistas”. De este período son bien conocidas las llamadas Venus Esteatopígicas. Su nombre hace referencia a la acumulación de tejido adiposo en las caderas (del griego estrato, que es grasa y pigos que es nalgas). Sus pechos, vientre y caderas son extremadamente voluminosos a pesar de que resultan muy pequeñas, sin base y con cabeza informe o no definida. A veces carecen de brazos. Se supone que eran calzadas en la tierra. Serían, indudablemente y por sus características, diosas de la fraternidad. El Neolítico El pasaje de uno a otro período está caracterizado por la sedentarización, que comienza gracias al cultivo de la tierra, la cría de animales pequeños, la división del trabajo, la observación de los ciclos biológicos y el desarrollo del sentido de pertenencia (al grupo y al lugar). El hombre aumenta su aptitud para aprender y para modificar su entorno. Aparece la guerra como sistema de dominio y conquista, las armas que empleaban para luchar con los animales las emplean ahora para pelear entre comunidades, por lo tanto las herramientas son más elaboradas. La piedra pulida permite instrumentos mejor calibrados. Más filosos, más precisos. Aparece la cerámica a fin de manufacturar mejor los productos comunitarios. Las viviendas primero fueron chozas de ramas y cueros. Cuando la permanencia y el sedentarismo se acentuaron, se hicieron más elaboradas y por lo tanto los constructores debieron utilizar la piedra para poder enfrentar las nuevas vicisitudes sociales y su nueva relación con el mundo natural. La casa con planta cuadrangular será posterior, ya que las primeras construcciones fueron de planta circular. Al hacerse estos hombres completamente sedentarios y organizarse en comunidades apareció el monumento o construcción religiosa o figurativa. Al poder modificar su entorno nace sin duda el sentido de trascendencia. La arquitectura y la percepción visual estética de la construcción datan de estos tempranos tiempos. El lenguaje adquiriría mayor complejidad porque habría que definir de una nueva manera el cosmos. Deificaron a los animales, luego adoraron a las fuerzas naturales y a los astros. El estudio del cielo permitió calcular tiempos de siembra y cosecha y cuando los cultivos y la cría de animales resultó en número mayor a lo que se puede consumir, el excedente llevó al trueque. En este mismo espacio temporal de innovaciones, la producción de objetos suntuarios además de los utilitarios comienza a sentirse como una necesidad de la cultura y de las nuevas formas de vida. Gaudí decía que La línea recta es del hombre y la curva es de Dios. Siguiendo esta máxima, podemos entender las construcciones neolíticas que parten del círculo, que es en definitiva la forma de la naturaleza. Los ángulos, las líneas rectas, el triángulo y el cuadrado no existen en la naturaleza: son construcciones mentales, racionales. Karanovo La arqueología ha hallado en Bulgaria una población que se cree es la más antigua de Europa (data de 8000 años) y estaba a 13 metros de profundidad conteniendo 4000 años de pueblos construidos uno arriba del otro. En cada nivel existen marcas distintivas. Diferencias en los objetos de alfarería, en las formas de dichos objetos, su decoración, las técnicas de cocción... En cierto estrato los alfareros utilizaron grafito bruñido. En el extremo de un mango hecho con hueso de pollo se ve una diminuta lezna de cobre. Había empezado la Edad de los Metales. Detrás de un montículo de Caranovo hay una serie de colinas formadas por rocas de origen oceánico de un característico color verdoso. Es el cobre nativo. Con el aprendizaje del uso y control del fuego los lugareños pudieron aprovechar sus propiedades. Calentándolo y golpeándolo repetidamente podía dársele nuevas formas. A diferencia de las excelentes herramientas hechas de hueso esta era prácticamente irrompible. Una afilada lezna de cobre era muy útil para curtir el cuero. Precisamente de esta época datan las agujas más antiguas. El trabajo de la Malaquita combina conocimientos sobre la reacción del carbono, el cobre y el oxígeno de manera empírica. Arrojada al fuego atizado convenientemente, desprende unas llamas verdes. Calentada aún más desaparece entre las ascuas, es decir entre la materia incandescente y sin llama. Cuando el fuego se enfría, de alguna manera la malaquita ha dejado de ser una roca. La habilidad de transmutar la piedra en metal debió parecer brujería y los primeros herreros deben haber estado imbuidos de cierta mística. Hace 6500 años la herramienta más común debe haber sido el hacha de piedra y se la emplearía para toda tarea dura, aunque era difícil de afilar. El hacha de metal en cambio tenía grandes ventajas. Uniendo las habilidades de los trabajadores del metal a la de los alfareros se proveyeron de la vasija donde calentar el material y lograr mejores herramientas. La posesión de estos instrumentos de metal era símbolo de jerarquía y daba la posibilidad de sojuzgar a quien no los tenía (*). El hombre y los metales Después del choque de África contra Europa, después de que se crearan los Alpes y la malaquita del fondo del mar se elevó hacia las montañas, algo más sucedió. El viento avanzó desde el Norte, diezmó las montañas y empezó a erosionarlas. Mientras se recortaban las capas más altas de las rocas dejaban al descubierto las secciones inferiores de los depósitos de cobre. En otro punto de la tierra, en el Valle del Nilo, en un determinado momento el agua abundante se retiró (ver en el Capítulo II de esta obra “etapas de repulsión y atracción nilótica”) y el cobre podía encontrarse gracias al azufre que lo hacía parecer gris y metálico. No se parecía a la malaquita de las montañas europeas. No sólo hubo que aprender a reconocer a este mineral como cobre sino que también hubo que aprender a separar el azufre antes de fundirlo. La llama verde que surgía al final de este proceso supuso un nuevo descubrimiento que no tuvo lugar exactamente en el valle del Nilo. En los filones anatólicos, se encontró un raro mineral conocido como arsénico. Esta coincidencia más la inspiración de algunos genios metalúrgicos desconocidos llevó a la mezcla de cobre y arsénico para a obtener un mineral mucho mejor. El arsénico le dio al cobre la posibilidad de tener bordes cortantes que antes por su blandura no podían ser fabricados. La primera aleación de cobre y arsénico se fundió en Oriente Medio y el descubrimiento de nuevas vetas y la utilización de esta nueva técnica se produjo en el Cáucaso. Dicha aleación transformó la metalurgia. Después del cobre comenzó a alearse el estaño. Con el bronce (4500 años atrás) una nueva época había comenzado. El hierro llegaría más tarde… Los Megalitos Stonehenge Los enterramientos de los difuntos son actos materiales. Una tumba nos habla de la categoría social de quien la ocupa o de su poder. Con el tiempo los hombres cuyo Statu Quo era mayor, usaron como variante las tumbas de pasillo o de corredor. Las comunidades conmemoraron así no sólo lugares de enterramiento, sino también de adoración, primero con agrupaciones microlíticas (ver más adelante Nabta Playa, en el Sahara) y luego con grandes monumentos llamados Megalitos. Entre ellos, los dólmenes y menhires son los primeros intentos pétreos de unir la tierra con el cielo. No hay monumentos megalíticos en Europa Central. Todos se hallan próximos a las costas del continente. También se ha observado que están próximos a fallas geológicas como si las fuerzas telúricas tuvieran relación con su emplazamiento. El sol, las estaciones, los ciclos biológicos, la “fertilidad mágica” tenían importancia capital. Stonehenge, desde hace 5000 años, recibe los primeros rayos del solsticio de verano (el 21 de Junio) y mucho tiempo después de su construcción, seguramente por este prodigio del cálculo astronómico hecho piedra, el complejo circular fue utilizado por los celtas, específicamente por los druidas. De acuerdo al folklore medieval Stonhenge fue construido por el mago Merlín, pero las investigaciones recientes dicen que fue erigido en varias etapas: entre el 3000 y el 1200 AC, antes de la llegada de la rueda y la polea al continente. Aquellos constructores sólo contaban para mover las piedras con maderas y sogas tejidas de pelo de animal. Las piedras no son del lugar y habrían sido llevadas al emplazamiento desde canteras ubicadas a 400 Km. de distancia. Algunos bloques pesan hasta 40 toneladas. Los menhires y su significación En su transición del nomadismo al sedentarismo, el hombre primitivo experimentó cambios de organización social, en su relación con la naturaleza y sobre todo en su vinculación con su mundo simbólico. El espacio sin límites del nómade, posiblemente signado por las estrellas o constelaciones da lugar así a un espacio más abarcable desde el punto de vista humano y finito. El territorio en el que el hombre comienza paulatinamente a desplazarse está más acotado, tiene límites más precisos y ya es un territorio del que puede apropiarse, incluso modificándolo. Tal vez la primera intervención del hombre a escala monumental haya sido la erección de menhires. Este término deriva del gaélico y significa “piedra larga”. No se trata de otra cosa que de una piedra tumbada naturalmente que es erigida sobre la superficie de un terreno despejado. Con este simple acto, el hombre llevaba a cabo dos acciones de vital trascendencia simbólica: el acto de modificar la tendencia natural de los objetos a perder su centro de gravedad y la creación de una estructura que guarda una relación ortogonal con la línea del horizonte. El hecho mismo de no tumbarse implica una intervención ”inteligente” en el contexto natural y recrea la relación en su actitud erecta sobre el plano del suelo. Este proceso de erección del menhir es una recreación en el proceso de pasaje del cuadrúpedo al bípedo con todo lo que ello implica: reemplazo del sentido del olfato por el de la vista para otear en la sabana, tras el abandono de la selva y sobre todo la liberación de las extremidades superiores que se transforman ahora en productoras de cultura al permitir la construcción de herramientas, esos sustitutos de garras, colmillos y cornamentas que el hombre admira y envidia de los animales y que van a ser su trofeo más preciado. El acto simbólico de fecundación de la tierra que implica el clavar la mole pétrea, se ve reforzado por esta idea de marcaje de hito visible y reconocible como labor humana. El ángulo recto, salvo excepciones, no se encuentra en la naturaleza. Esta relación que el hombre establece con el plano del piso y que le permite el desplazamiento y la conquista de la tierra se traslada a su manera de procesar la información en su aparato psíquico. El ángulo recto aparece en casi todos los objetos producidos por el hombre y constituye la base de la sociedad industrial. La retícula, la grilla, el damero, etc., los vemos en los objetos industrializados de los tiempos modernos o en la urdimbre de los rústicos telares primitivos, en la planta de los templos y palacios del egeo arcaico o en el emplazamiento de la domus o civitas romana tanto como en la urbanización de una ciudad contemporánea. El menhir, entonces, marca un punto, señala un lugar, rompe la horizontalidad asociada al reposo o la muerte, y se identifica con la acción y la vida, a la vez de ser un hito en la historia de la humanidad. La verticalidad de la piedra erecta asociada a la vida se contrapone a la piedra echada asociada a la muerte. El obelisco opuesto a la lápida. Erección y fecundación, piedra miliar, falo, columna, árbol fundacional, tótem o axis mundi, une las tres regiones concebidas por los hombres de todos los tiempos y culturas. Un inframundo, donde se entierra su extremo inferior, fecundando la matriz de la tierra; un plano que coincide con el eje visual, muchas veces ornamentado con glifos o inscripciones y a veces con signos antropomorfos que los transforma en sustitutos humanos y un extremo superior que al coincidir con el disco solar o lunar establece relaciones cuya significación muta, según las culturas, nos ayuda a encontrar los indicios de esa construcción intelectual inventada por el hombre que regirá toda acción humana y que llamamos tiempo. En el menhir también encontramos el germen de la arquitectura megalítica, distinta de la microlítica sahárica, pero casi siempre asociadas ambas al culto y al calendario. Dos menhires paralelos unidos con una piedra a modo de dintel constituyen el dolmen (mesa en gaélico) que sienta las bases de la arquitectura trilítica, la idea de las jambas verticales y el dintel horizontal que repetidas una tras otra en el plano del terreno constituyen las cámaras de corredor, el germen del concepto de las paredes que sostiene el techo. El hombre ya abandonó la cueva y las construcciones precarias con ramas y cueros... Elige entonces un lugar para levantar estos monumentos, a lo largo de generaciones y milenios, lo que implica una apropiación del lugar, la creación de una infraestructura para organizar la construcción y sobre todo una voluntad de acción que se transmitirá a generaciones futuras, ya que los complejos megalíticos se materializaron en lapsos dilatados. Podemos decir que estamos ante el concepto de ciudad, que desde tiempos remotos hasta nuestros días, pone énfasis en las construcciones simbólicas asociadas al culto antes que en las viviendas domésticas y aún los palacios. Los materiales más costosos y duraderos se emplearán para estas obras lo que pone en claro la voluntad de perdurabilidad. La asociación de dólmenes y menhires en cromlech (cículos de piedra) establecerá supuestos complejos astronómico-religiosos de significación evasiva, que abandonados y apropiados por culturas posteriores aún siguen presentando interrogantes. Es ahí donde anida este gesto profundamente trascendental humano de aunar esfuerzos y erigir una piedra contrariando las leyes de gravedad, a fin de crear así el principio fundacional de la Civilización.

*La guerra de Troya tiene lugar en la Edad de Hierro.
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